Woven: words by women (and one man), una exposición sobre la relación entre texto y textil

Una de las cosas que más me gustan de una ciudad como Madrid es que siempre te sorprende. Paseando por la zona de Tirso de Molina, a medio camino entre Lavapiés, encontré una pequeña galería de arte, Slowtrack (c/Cañizares, 12), que tenía una bella exposición sobre el texto y el textil. Con la puerta cerrada, como escondida, llamé al timbre.

Woven: words by women (and one man) reúne una serie de piezas textiles, creadas por Zoë Paul, Cornelia Parker, Blind Adam, Eliza Bennet, Wendy Mayer, Alice Schivardi, Chiharu Shiota y Clara Montoya. Aunque son piezas dispares entre sí, tienen en común cómo se utiliza el textil para expresar una emoción, o lanzar un mensaje. A veces combativo, otras instrospectivo. Pero ninguna te deja indiferente.

La aguja usada como bolígrafo es el hilo conductor de una narración comisariada por Angela Koulakoglou, coleccionista griega afincada en Londres, para Slowtrack. Con esta selección pretende redefinir el papel de la mujer como cronista de su propia historia. Una cuidada propuesta inspirada en el libro de Margaret Atwood, The Penelopiad. “Woven propone una escritura no-alfabética, una escritura que manifiesta la unidad entre texto y textil, entre hombre y mujer, entre cultura y naturaleza. Presenta tejidos que rechazan permanecer en la esfera doméstica y que se autoproclaman como obras de arte“, señala su comisaria.

Y esta narración visual tiene como hilo conductor el tiempo en que texto y textil eran uno, unidos por una raíz común, antes de ser separados. Un espacio en el que se hila la narración y se teje el relato, urdiendo historias cuyas palabras son hebras, palabras que dan testimonio del tiempo que tardó este cuento en desarrollarse. Y una de las piezas que más me gustaron es un lienzo bordado con todas las letras al revés, llamado Life, Death [verso], de Cornelia Parker. Simulando la entrada de un diccionario, puede leerse: vivir, vida y muerte, al derecho. El resto del texto es un conjunto de palabras apenas legibles, bordadas en lino sobre un lienzo por prisioneros del Reino Unido.

La obra de Zoë Paul nos sorprende en el centro de la sala con una pieza de lana tejida sobre viejas rejillas de un antiguo frigorífico, creada ex profeso para la muestra, con una lana procedente de las islas griegas. Con el objeto de establecer una relación entre la forma en que la cultura mediterránea ha podido conservar parte de sus alimentos gracias a la invención del frigorífico, Paul establece el contraste entre la lana, que proporciona calor, con el refrigerador, que proporciona frío.

En la parte inferior de la galería, bajando unas oscuras escaleras, se encuentra la obra que más me impresionó, de Eliza Bennet, no apta para aprensivos (¡yo un poco lo soy!). A woman´s work is never done (El trabajo de la mujer nunca termina) es una crítica social hacia los roles de género autoimpuestos. El bordado siempre se ha asociado a un trabajo de mujeres. De ahí que en la serie de fotografías (y un vídeo), la artista plástica usase su mano como lienzo, donde puntada tras puntada, siguiendo los surcos de la piel, va sombreando las heridas, resultado de los trabajos dictados a la mujer por la tradición.

En definitiva… ¡una narración sin costuras!

*La exposición ya no se puede visitar. 
Estaba programada hasta el 4 de febrero de 2017.

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Crítica constructiva a la galería y la exposición

  • No es la primera vez que me ocurre. Pero muchas salas de exposiciones tienen la puerta cerrada a cal y canto, alejando a las personas a las que les gusta el arte, como a mí. No sé si será una norma de seguridad.
  • La muestra en general me ha gustado. Sin embargo, eché en falta un poco más de información. Tanto en la explicación de la obra que podías consultar en la sala, como en la información que te puedes llevar a casa. Costaba un poco diferenciar de quién era cada una de las piezas. Y faltaba información sobre cada uno de los artistas.
  • También eché en falta una atención un poco más personalizada. La persona encargada de la galería nos abrió la puerta y se fue. No nos dijo absolutamente nada más. Sé que no es un museo, pero un poco más de empatía quizás no estaría mal.
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